martes, 9 de junio de 2009

Cual gitano recorriendo bares


Es muy común que se me encuentre (que irónico, si nadie me puede ver!) en algún bar por la mañana tomando algo. Quien sigue atento mi relato (sigo esperanzado en que alguien me pueda leer, que no sea todo en vano) estará notando cierta contradicción entre esto que digo y algo mencionado con anterioridad, en otros escritos mios. Este buen lector atento, y que muy probablemente sea lectora (otro día explicaré porque en aquel genero deposito esta y muchas otras atenciones y capacidades), habrá notado que dije que no duermo ni como. No duermo, es verdad. Pero siguiendo cierta curiosidad que cohabita en mi junto a otras inclinaciones me ha dado por probar bocado. Al principio no podía... Sentía el rechazo. Entonces empecé por oler las comidas. Y así estuve largos meses (o años...). Cuando al fin pude probar bocado, resultó que nunca mas pude vivir sin comer. Ya me había creado el habito. Es trágico y extraordinario a la vez. Siempre que me sentaba a la mesa de un bar me quedaba mirando de que manera los demás comían o bebían. Pero claro, yo no podía llamar al mozo para hacer mi pedido. Motivo por el cual debía ser mi propio mozo. Iba a la cocina, me servía y volvía con la bandeja a mi mesa. Tampoco recibía propina, pero.. para que quiero el dinero yo? Debo mencionar que mi permanencia en un bar siempre era transitoria. Esto es, duraba el tiempo que algún mozo, los cocineros o algún encargado de llevar cuentas se percataba de la diferencia o el faltante de lo que yo consumía. Siempre se daba ese comentario. Un día escuché, "Che, Juan, o acá hay fantasmas o alguien se esta tomando un desayuno a cuenta del bar!". Cuando se volvía serio y ya empezaban las sospechas entre el personal decidía buscar otro bar. En otro me fui antes de que este inconveniente se suscitara. El inconveniente era la gente misma que asistía. Mal educados, insolentes y miserables. No hay peor miserable que aquel que no deja propina y luego se va a tirar plata al Casino o se vuelve a su casa en importantísimo auto. Ni hablar de los que hacen gesto de "no tengo nada" (y que mierda estas consumiendo???) cuando un niño se acerca a mendigar algo. Mas repugnancia aquellos que ni si quiera los miran, hacen de cuenta que nadie les habló, que nadie esta frente a ellos. Y así iba cual gitano recorriendo bares. Ahora estoy logrando cierta estabilidad en uno ubicado en la esquina de Callao y Corrientes. Bastante sobrio y amplio... Esa amplitud me permite instalarme al fondo de todo. A veces camino por entre las mesas mirando las cosas que otros leen. Me ha sucedido en algunos casos que noto algún gesto o mirada como si esa persona a quien me acerco estuviera sospechando mi presencia molesta. Y vuelvo a mi mesa presa de una sensación parecida a la vergüenza, como si otros se dieron cuenta de mi impune actuar. Una vez logré ver que un joven se deleitaba (eso lo noté en la paz de su rostro) con el "Romancero Gitano" de Federico García Lorca.

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos
El niño la mira mira
El niño la esta mirando
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño
- Huye, luna, luna, luna
Si vinieran los gitanos
harian con tu corazon
collares y anillos blancos

Habrá sido aquel que con el Romance de la luna luna enamoró a una jovencita. Tanto la enamoró que aquella muchachita se adueñó del poema. Ya no le pertenecía al poeta fusilado. Y creo que a Lorca tal cosa no le hubiera importado...


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